Cuenta Blasco Ibáñez que en la Albufera vivía una culebra que era amiga de un niño y que crecieron juntos.
Llegó un dia que el niño se fué a hacer la mili y la vida hizo que estuviera muchos años sin regresar.
Cuando, por fin, regresó, fué a ver a su amiga pero esta, que se había transformado en una enorme serpiente, al verlo y querer expresarle su alegría, le abrazó, provocándole la muerte.